martes, 12 de abril de 2011

Recuperar lo perdido...

Es difícil pararse cada mañana, en el tren o el subte, frente a tantas personas. Lo más difícil es, quizá, aprender a mantener la frente en alto cuando dicen que solían ser adictos a la droga o al alcohol. Pero el miedo y la vergüenza se desvanecen de a poco cuando la gente los mira. Y los escucha contar como encontraron la manera de cambiar su realidad.

Quienes cuentan esto son chicos que hoy forman parte del hogar Un encuentro con Dios. Pero que alguna vez estuvieron en la calle codeándose con las tentaciones que otros les ofrecían. El Hogar, además de ayudar en la recuperación de adictos a la droga, alcohólicos, y todo tipo de marginados e indigentes, les da una oportunidad más, no menos importante: creó para ellos un sistema laboral para poder integrarlos nuevamente a la sociedad de la que a veces se sienten excluidos. Entre las posibilidades que se les ofrecen, está la de cocinar sus propias delicias de panadería. Y después, como en todo trabajo, salir a venderlas.

No es fácil. Porque las personas solemos juzgar a quienes alguna vez se equivocaron. Pero ellos saben que el trabajo y empeño que ponen en cada bandeja de masitas, bizcochitos o scones los acerca más a la nueva vida que quieren construir. El hogar Un encuentro con Dios no busca solo la recuperación física de la persona, sino que vuelva a tener fe en sí misma, autoestima y, por sobre todo, que cada chico que se acerque sepa volver a descubrir las habilidades, saberes y deseos que quedaron a un costado en el pasado.

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