lunes, 11 de abril de 2011

Maestro y amigo

Llegué a la esquina acordada (Guzmán y Jorge Newbery), esperé unos minutos, y luego apareció Juan con su bastón blanco. Debo reconocer que nunca antes había tratado con un ciego, no sabía como dirigirme ni como saludarlo. Fue más fácil de lo que pensaba, dije su nombre y luego el mío, apoyé mi mano derecha sobre su hombro izquierdo, le di un beso y empezamos a caminar hacia una de las dependencias del Gobierno de la Ciudad (donde él trabaja).

Juan perdió la visión hace aproximadamente 14 años a causa de un accidente laboral, antes de eso se desempeñaba como chapista, más precisamente era soldador. Parecía acordarse de todos los detalles a la perfección: era verano, el calor era extremo, sus ojos se irritaban e hinchaban. En la sección en la que trabajaba sólo había un par de antiparras, que compartían entre todos.  Por el uso extremo, las gafas se rajaron y fue por allí que entró el chispazo que alcanzó su ojo derecho.



Fuente: latinstock.com


A partir de ese momento pensó en lo peor, no sabía cómo iba a hacer para mantener a su familia hasta que le ofrecieron trabajar en esa nueva oficina del Gobierno. “Fabrico escobas, eso es lo que hago”, cuenta. Sin embargo fue modesto y omitió lo que a mi más me interesaba y sorprendía. Su trabajo no termina ahí, también enseña a quienes perdieron la visión a manejarse en un mundo amenazante, les muestra que existe un lugar para ellos y que la ceguera no es el fin del mundo.

Luego de hacer una visita guiada por el lugar, Juan me presentó a Gustavo y a Bernardo (dos compañeros y amigos), me invitaron un café con medialunas, me preguntaron sobre la carrera y me pidieron que me transformara en la nueva “Malnatti” para que haga llegar a la sociedad las miserias de los que más sufren.

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