lunes, 11 de abril de 2011

La Recuperadora

Es sábado. Son las nueve de la mañana. Y a diferencia de cualquier otro sábado en el que estaría durmiendo hasta el mediodía, hoy madrugué. Estoy recorriendo las calles de mi barrio, pero no son las mismas. Estoy con Julia.

Ella tiene 60 años, es santiagueña y desde los doce vive en Buenos Aires. Tiene cinco hijos: cuatro biológicos y uno del corazón. Está terminando séptimo grado en una escuela nocturna y vive en una casa tomada en Palermo. Ah, me olvidaba… es recuperadora.

La crisis de 1989 la convirtió en una desocupada y fue ahí cuando empezó a cartonear. “Vivía en la calle con los chicos, trabajaba vendiendo cartones o botellas cuando todavía nadie lo hacía. Después vinieron tiempos más duros y teníamos que comer de la basura”. No le gusta recordar esos tiempos, sufrió mucho.

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Fuente: coperatceibobcbb.blogspot.com

A principios de los ‘90 conoció a otras mujeres que estaban en la misma situación y al relacionarse se dieron cuenta que aspiraban a lo mismo: una vida mejor. Ahí nació la idea de El Ceibo, una cooperativa en la que trabajan ochenta personas. “No nos definimos como cartoneros, sino como recuperadores.

Recorremos las calles recibiendo bolsas de los edificios, separando de estas el material que no es basura, la subimos a los camiones hasta un galpón donde se agrupa todo para vender”. Julia cuenta orgullosa que nunca pensaron que la organización podía crecer tanto. Hoy cuentan con cuatro camionetas, un camión grande, un galpón y los ingresos necesarios para pagar los impuestos y sueldos en blanco a todos los trabajadores a fin de mes.

Un bajón. Empezó a llover y nos estamos mojando mucho. Lo que es peor, es que el cartón mojado no sirve; sin embargo, Julia dice que no vamos a suspender el recorrido. Luego de tres horas de caminata estoy cansadísima. Me duelen los pies, pero me da mucha vergüenza demostrarlo. Pensar que ella tiene tres veces mi edad y hace esto todos los días. No puedo quejarme… en unas horas me voy con mis amigos a Mar del Plata a pasar el finde largo, que locura.

Como ya dije, las calles de mi barrio no son las mismas. Porque las estoy viendo desde los ojos de Julia. La gente (de mi clase social) pasando por al lado nuestro con lindos autos, con trabajos sin olor, que nos mira raro porque trabajamos con los residuos, a la que el carro de cartoneros los pone de mal humor, por ocupar lugar viste.

En una de las calles me encontré con mi tío que me preguntó: ¿Qué hacés juntando basura? Y me dí cuenta que estando de este lado la basura deja de ser basura para ser plata, para ser la comida de los hijos de 80 personas, para ser una manera digna de salir adelante, para ser la vida mejor que Julia soñó.


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