lunes, 15 de agosto de 2011

COMPARTIR


Conocimos a Caacupé por un mail de un amigo de un amigo. Nos contactamos, llamamos, fuimos y vinimos hasta que los conocimos un domingo muy temprano por la mañana. Hacía frío y debemos reconocer que nos costó muchísimo levantarnos, pero hoy agradezco haber tomado coraje para salir de la cama.
Subimos al colectivo y partimos a la villa 21. Villa emblema si las hay, de ahí salió el Padre Pepe, que con el “equipo de sacerdotes para las villas” reclamó la participación del estado para salvar de las drogas a los chicos. Ahí trabaja la ONG Caacupé, que convoca a los chicos haciendo apoyo escolar, talleres de arte, catequesis y fútbol.
Caminando por las calles, a orillas del Riachuelo, nos contaron qué es lo que los motiva a ir cada fin de semana. Ellos empezaron en 2008, les asignaron un sector en el que empezaron a trabajar. Con el paso del tiempo empezaron a conocer a las familias, sus problemáticas y sus necesidades, por lo que decidieron ampliar sus actividades para crear un espacio de contención fundamentalmente para los mas chicos, pero también para las familias. Hoy hasta cuentan con un programa de becas que tienen como objetivo promover el desarrollo integral de los jóvenes en situación de vulnerabilidad.
Su objetivo principal es formar comunidades que los mantengan unidos y les brinden contención. Las actividades que hacen en la capilla son una excusa para fomentar el encuentro. Para todos los miembros de Caacupé también es un compromiso porque tienen que pensar las actividades y estar ahi cada domingo no es fácil, pero hay algo que los mueve y eso se nota en la acción.
Pasamos la mañana con ellos y nos dimos cuenta, al ver las sonrisas de cada uno de los chicos, por qué no les cuesta levantarse. Hicimos huevos de pascua y bombones de chocolate que regalamos por el barrio, pintamos, jugamos, cantamos, nos hicimos amigos pequeños y al despedirnos nos dieron ganas de volver todos los domingos. Sí, pese al madrugón.




No hay comentarios:

Publicar un comentario